lunes, 6 de junio de 2016

Crímenes Perfectos - Capítulo II

Tengo insomnio.
Siempre tengo insomnio.
Los medios de comunicación formaron un circo mediático alrededor del lugar del recital. Un cerco vallado como si se tratara de algo de suma importancia. Pienso que tal vez algo realmente importante debe estar sucediendo en el país y que nos utilizan a nosotros para tapar todo eso. Las combis con sus móviles en vivo adornaron la silenciosa ciudad. Cámaras, flashes, entrevistas a los seguidores. Amarillismo.
-Se abusó de mí, me besó a la fuerza y después hizo que me echaran los de seguridad – dijo a las cámaras la groupie que había estado en el hotel el el día anterior.
La periodista le preguntó entonces por qué estaba allí feliz de la vida si sentía que yo le había hecho eso que denunciaba, y si tenía pensado actuar de manera legal.
-Porque sí loco, porque sí, se le perdona todo a él, ¡¡vamo’ Rocker!!
Y el coro de gente que se encontraba detrás de ella comenzó con el cántico de guerra y su “oohh, Educadores, es un sentimiento, no puedo parar, olé, olé, olé”. Todos saltaban, sus caras pasaban veloces por la cámara que filmaba en vivo, mientras la notera luchaba por hablar y describir la pasión del público, sujetando sus auriculares con fuerza y saltando por inercia con el resto de los fans que la apretujaban.
Los entendidos desde los estudios criticaban mi accionar, diciendo que sacaba ventajas de mi desmerecido y precario estrellato, y que algún día se unirían muchas chicas y me harían una denuncia colectiva, inclusive un abogado ya se estaba postulando desde un programa de televisión, y afirmaba tener a varias denunciantes listas para atacar. También aparecieron los especialistas en análisis literarios, describiendo mis poemas, descubriéndolos, buscando metáforas donde no las hay. Hasta aparecieron ejemplares físicos de mis libros en plena pantalla, jamás sabré como los consiguieron. Destacan el poema “Silencio Estampado” y comienzan a delinear cuales son mis influencias, y desde allí me crean un perfil psicológico.
-Claramente estamos en presencia de un ser perturbado – manifestaba un especialista del “no sé qué” desde el monitor.
Estoy en el camarín. Escucho el griterío de la gente que está en la calle. Formaron pequeños grupos. Cantan, escuchan las canciones a todo volumen. Hacen asados en la calle. Cuelgan las banderas y beben agua. La policía se pasea amenazante por la zona dispuesta a generar disturbios. La paz pende de un hilo. Una simple chispita desembocaría en una guerra civil. Ambos bandos están dispuestos a pelear, solo necesitan una excusa. Apago la tele cuando una ex novia aparece a denigrarme por un segundo de fama, me acusa de haberla maltratado psicológicamente, dice que yo era distante, y utiliza palabras como “sádico y pervertido” para describirme, además enumera un par de cosas íntimas, como que me gusta tomar leche chocolatada y cocinar bizcochuelos, pienso en qué carajo le habré visto a esa mina, después me acuerdo de la perfección de su culo y entiendo todo.
La puerta del camarín se abre, es Braian que viene a informarme sobre el estado de salud de Ángela. Anoche tuvo una pequeña recaída. No solo no me dirigió la palabra durante todo el día, sino que se encerró en el baño a beber y tomar. Debimos llamar a un cerrajero para que abriera la puerta, para encontrarla a ella tirada en la bañera con sangre en su nariz y rodeada de botellas de ron y tequila.
El resto fue similar a la última vez, una poco recomendable rutina. Internación, lavados, milagros y recomendaciones. Esta vez fue más grave. Según los médicos estuvo muerta unos segundos hasta que pudieron reanimarla. La familia va a presentar un recurso de no sé qué para internarla por la fuerza, y tratarán de impedir también de forma legal que yo me acerque a X cantidad de metros.
Dolores está que vuela. Yo no quiero tocar. Dolores quiere matarme. Yo sé que suspender el show generaría disturbios en la calle, represión policial y saqueos. ¿Cómo fue que pasé de hacer música electrónica desde mi computadora personal para contra restar el aburrimiento a esto? ¿En qué momento se me fue todo al carajo? Y peor aún, ¿cómo pude permitirlo? Culpo al insomnio, por supuesto. Cuando no tengo a quien culpar, o pretendo lavarme las manos, culpo al insomnio. Se me viene a la mente mi poema Silencio Estampado, en él me pregunto si “¿ahora sos vos el mismo de ayer?”, quizás. Me duermo cuando las puertas del lugar se abren para el ingreso de la gente. Comienzo a soñar, como siempre, pesadillas.
Estoy recostado sobre una cama blanca, con sábanas blancas, las paredes blancas, luz blanca, todo blanco, me siento en paz. Me levanto y miro el vidrio de una ventana lateral, allí veo mi reflejo, mi rostro, de pronto las sombras comienzan a ganar terreno en el ambiente, y el blanco va decreciendo, las sábanas se tornan negras, las paredes también, el reflejo del vidrio se oscurece, un zumbido abriga mi oído, se me viene a la mente Ricky Espinosa y su “blanco es el color del infierno”, la imagen del reflejo empieza a mutar, sus ojos se ennegrecen, su boca se abre y allí hay colmillos filosos, se ríe, me mira y se ríe a carcajadas, el zumbido ya es una bola de sonidos, la risa suena distorsionada, yo grito en el momento justo en que el Diablo se abalanza sobre mí.
Abro los ojos. Intento gritar pero mi voz no sale. Esta vez sí estoy realmente asustado. Esta vez la pesadilla fue un paso más allá. Esta vez hasta creo haber sentido el contacto físico con el Demonio. Braian viene a buscarme, me dice que tenemos que salir a tocar lo más puntuales posible, que afuera es un desastre, que la policía reprimió, que hay gente internada, que los noticieros están todos con los cubiertos en la mano, “ojos con dos pupilas te van a matar”, la presión en el pecho y en la nuca son concretas, pienso en Ángela, me gustaría creer que está viendo todo y que se apiada de mí, pero también sospecho que parte de su ser debe estar pensando que me lo merezco, y a quien tenga a su lado le debe estar diciendo “que se joda por pelotudo”. Braian también me dice algo así como que detrás del escenario habrá un fiscal trabajando de oficio en comunicación directa con un juez, y que a la “primera de cambio” nos va a denunciar. Propongo desde la sensatez suspender el show.
-¿Vos estás loco?
Con el control remoto enciende el televisor. Busca algún canal de noticias, para el caso es lo mismo, el evento está en cadena nacional. Los camiones hidrantes coparon las adyacencias del lugar. Gendarmería formó un cordón de protección al resto de los policías que arrojan gases. Todo es humo. Los Educandos, es decir, nuestros seguidores, están en cuero, con sus remeras formaron máscaras para contra restar los efectos de los gases, arrojan piedras, palos, bombas molotov. Tienen varios gritos de guerra, como si fuesen antiguas tribus que están defendiendo su soberanía. A veces corean mi nombre, otras entonan la melodía de European Movie y tengo el presentimiento de que si esa canción es tocada en vivo las cosas se pueden ir al carajo, aunque también sé que no tocarla tampoco es buen plan. De todas maneras la lista de temas ya está hecha y no puede ser modificada, más que nada porque no hay diálogo entre los miembros del grupo, “ya no da para frenar”, dice la linda de Analia Boccomino.
Salgo al pasillo. Dolores discute a los gritos con un hombre vestido de traje que supongo es el fiscal. Debe ser un metido en la vida de sus hijos, ¿quién lo llama a actuar de oficio? Por lo que entiendo ellos no pueden dar garantías de nada, y piensan responsabilizarnos a nosotros de todo lo que pueda llegar a ocurrir. Si todo sale bien será gracias a ellos, si todo sale mal seremos el chivo expiatorio. Simple.
Hay que salir a escena puntual para que no comience a circular el rumor de que el show fue suspendido. Afuera la guerra. Adentro no cabe un alma. Pienso otra vez en Ángela mientras me calzo el disfraz de Rocker, gafas redondas, gorra de jean con visera y auriculares, ella yacía semi desnuda sobre su propio charco de vómito, fue la última vez que la vi, se la llevaron los doctores y ya no pude verla, y quizás no pueda hacerlo por un tiempo. Dolores señala con el dedo índice al fiscal a la vez que le dice que es un hijo de puta, pasa a mi lado y ni me mira, agarra los palillos de su batería, putea al aire y nos obliga a subir a tocar.
Esta vez no hay charla técnica ni arengas.
Esta vez estamos jugados, desnudos, sin fichas, con un pucho en la boca y con los ojos vendados contra un paredón.

Preparen. Apunten. Fuego.

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