Escribir para resolver misterios vinculados al cosmos y
otros planetas, para refugiarnos de las crueles barras del destino, para
complacer (una vez más) a la soledad y sus aliados. Escribir para escaparle al
tormentoso pasado dejando registros equívocos, para esperar por el incrédulo
futuro que se sabe peor, escribir porque en el presente no hay nada mejor.
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Escribir para poder cantar, dibujar y crear.
Escribir para darle batalla al insomnio, para demostrarle a
la ansiedad quién es el que manda, para dejar en ridículo a los psicólogos,
escribir, ¡carajo!, para decirle a Dios que acá estamos, haciendo proezas
truncas tratando de solucionar sus defectos y sus perfectas imperfecciones de creador improvisado,
escribir para demostrarle que es un holgazán.
Escribir para legalizar la infidelidad y otras hierbas.
Escribir para escapar de la burocracia, la política y la
economía, para eludir a las religiones y acercarnos a la fe, para que el vino
sea más efectivo y las alucinaciones no sean lejanas y desconocidas.
Escribir para bajar la fiebre y hacer del delirio algo
crónico.
Escribir para conquistar el alma de una hermosa damisela virgen
que silenciosa espera ser abrazada por sorpresa por el verdadero y eterno amor,
o como dirían en el barrio, escribir, simplemente, para levantarse una minita.
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