A veces quiero matar gente.
Entonces pienso.
Pienso en cómo elegir a la víctima. Si será mujer, hombre,
niño, anciano.
Pienso que me conviene seguir un patrón, es decir, si matar
solo a mujeres rubias y bonitas, o morochas menos agraciadas. Si es relevante
asesinar a hombres hinchas de determinado club o si hacerlo por sus trabajos.
Si el niño es gordo o flaco, y en el caso de los ancianos si cobran o no la
jubilación mínima. Pienso en si es preferible matar a la gente que odio o
descargar ese odio con algún inocente. También pienso que de seguir un patrón
de conducta les estaría facilitando las cosas a los investigadores, en cambio
si un día mato a una rubia bonita, a la semana siguiente a un panadero hincha
de Boca, luego a un anciano millonario para culminar la obra con un niño
inocente; las cosas se les pondrían complicadas a los detectives.
Sé que no debo matar a conocidos o gente cercana a mí,
aprendí que el entorno siempre se investiga primero, y no soy buen mentiroso de
no ser necesario, por ende solo debería limitarme a aniquilar a desconocidos.
Pienso en qué dirá la prensa.
Si mato a una mujer que soy un machista cavernícola. Si mato
a un anciano que soy un cobarde. Si hago lo mismo con un niño, bueno, esa nunca
fue una opción seria.
Por descarte solo podría llegar a asesinar a hombres cuya
vitalidad aun esté vigente, más que nada para la gente no ande hablando pavadas
por ahí, no me gustaría ingresar a un mercado y escuchar “si, la mató, no sé
por qué no mató al novio que es más grandote y sabe artes marciales”, las cosas
se hacen bien o es preferible no hacerlas.
Una vez vi una película de un asesino, mataba por deporte,
diversión, para calmar los síntomas de una creciente ansiedad. Él explicaba que
el asesinato perfecto es cuando el crimen es al azar, digamos, salir a caminar
una noche y matar a la cuarta persona que se nos cruza sin mayores motivos.
Pienso en cómo sería mi crimen. ¿Qué arma utilizaría?
![](https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/01/41/d4/0141d435dede6da7cb0ddbfbddcf5c5f.jpg)
Un par de golpes en la cabeza y listo, a lo sumo un tercero
con la víctima ya inconsciente en el suelo, poca sangre, algo rápido.
Surge un problema.
El cadáver.
¿Cómo me deshago del cadáver?
Pienso.
Una opción es descuartizarlo, guardarlo en bolsas en un
freezer e ir sacándolo de a poco para que los recolectores de la basura se lo
lleven. Contras de esta posibilidad, es un gremio complicado, hacen paros sin
aviso, el cadáver puede descongelarse y en mi barrio hay muchos gatos que
romperían la bolsa y yo debería dar algunas explicaciones.
Pienso en ir hasta el puente con el cadáver envuelto en
frazadas y arrojarlo de madrugada al rio, pero siempre hay alguien que cruza
dicho puente para ir a buscar drogas al otro lado, o algún viajante que hace la
noche en la ciudad, algún camionero que trabaja de corrido. Muchos testigos
potenciales.
La opción más viable es ir hasta el parque, introducirme
entre los árboles y enterrarlo allí, sería un trabajo largo, lento y agotador,
pero dudo que me vean en plena acción.
¿Las contras?
Para estas últimas dos opciones no tengo auto para
trasladarme, y de tenerlo no sé conducir, debería entonces pedirle a un amigo
que me haga el aguante como chofer mediante alguna mentira, pero si hablamos en
serio es evidente que se dará cuenta de lo que estoy haciendo. Así él sería un
cómplice, podría doblegarse y hablar y me vería obligado a matarlo también.
En algunos casos es mejor morir con nuestros secretos.
Siento que matar a alguien lleva mucho trabajo y que
posiblemente cause mucho estrés, y como diría Calamaro, “si es un sacrificio
prefiero que no”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario