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Permanecemos a ciegas sin enfrentar la desidia, orgullosos, creyendo
que avanzamos indiferentes a la nada, y que todo aquello por lo que luchamos en
su momento ha servido para algo, pero no, claramente no, el miedo más profundo,
el verdadero, permanece, ese miedo que nos abraza desde los comienzos y no
puede ser derrotado, es invencible, es inmortal, estuvo antes que nosotros y
estará después, simplemente existe.
Nos queda entonces la resignación de saber que hicimos lo
mejor que pudimos, no alcanzó para nada, pero dimos todo, en vano.
Nos miramos al espejo, ¿y qué nos queda?, el efímero
consuelo de la existencia, observamos al cielo por las noches y vemos estrellas,
un satélite y nubes que pueden acarrear consigo gigantescas tormentas, pero no
mucho más que eso, quizás con un telescopio podamos ver lejanos planetas, vida
alienígena, eternidad, pero solo eso, bajamos la vista entonces y vemos, lejano,
el horizonte en el mar con sus olas, sudestadas, tsunamis, vemos y hemos
sentido su poder de destrucción, estamos aquí tan solo porque ellos quieren, estamos
porque se burlan de nosotros, ¿y nosotros que hacemos?, simplemente nos miramos
al espejo y buscamos explicaciones donde solo pueden existir interrogantes.
Por momentos gambeteamos ese miedo con difusas estrategias, con
dignas maneras de alterar la realidad, consumismo, felicidad, arte, sexo,
drogas, deportes, religión, pero el miedo sigue allí, nos suelta la correa un
poco, no da migajas de libertad mientras descansa, pero sigue allí, nos hace
creer que nos libramos de él, pero al menor síntoma de debilidad regresa, nos
mira, nos susurra al oído desde nuestras más antiguas pesadillas, siempre
encuentra la manera de hacernos saber que nos está observando, sonriente, con
una copa de fino licor en sus garras, saboreando la inevitable victoria, él no
puede perder ni aunque tenga ganas, aun abandonando el juego, el miedo lleva
las de ganar.
Algunos lo han enfrentado y terminaron sus vidas padeciendo fiebre,
locura y delirios, generalmente estos héroes que se atreven a desafiarlo son
poetas, tercos, testarudos, necios, arrogantes. Son de ese tipo de personas que
para salir de un pozo continúan cavando, ellos libran épicas batallas sabiendo
que perderán, pero aun así pelean, no importa si truena, llueve, hay rayos,
huracanes o tornados, ellos pelean, se secan el sudor de la frente y pelean, si
se caen se ponen de pie y pelean "¿eso es todo lo que tienes?", le
gritan al cielo y el cielo ataca nuevamente, si son derrotados aparecen refuerzos,
siempre habrá batalla, los poetas son mártires que merecen nuestro respeto.
Nosotros tan solo permanecemos aquí mirando televisión, comiendo
comida chatarra, rápida, leyendo comerciales Best Sellers, inseguros, ingenuos,
consumiendo medicamentos, deliciosos psicofármacos que nos impiden soñar, deseando
culos inalcanzables, hacemos de una astilla en el dedo un drama, estamos enfermos,
somos zombies, esclavos dolientes pero
felices, estamos tristes, maltrechos... inertes.
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