miércoles, 15 de junio de 2016

INERTES

Nos escondemos tímidamente bajo las frazadas más finas por temor a que el monstruo de la infancia aparezca, no queremos mirar en la obscuridad por miedo a ver algo, o peor aún, por miedo a no ver nada, porque la presencia y la ausencia asustan por partes iguales.
Permanecemos a ciegas sin enfrentar la desidia, orgullosos, creyendo que avanzamos indiferentes a la nada, y que todo aquello por lo que luchamos en su momento ha servido para algo, pero no, claramente no, el miedo más profundo, el verdadero, permanece, ese miedo que nos abraza desde los comienzos y no puede ser derrotado, es invencible, es inmortal, estuvo antes que nosotros y estará después, simplemente existe.
Nos queda entonces la resignación de saber que hicimos lo mejor que pudimos, no alcanzó para nada, pero dimos todo, en vano.
Nos miramos al espejo, ¿y qué nos queda?, el efímero consuelo de la existencia, observamos al cielo por las noches y vemos estrellas, un satélite y nubes que pueden acarrear consigo gigantescas tormentas, pero no mucho más que eso, quizás con un telescopio podamos ver lejanos planetas, vida alienígena, eternidad, pero solo eso, bajamos la vista entonces y vemos, lejano, el horizonte en el mar con sus olas, sudestadas, tsunamis, vemos y hemos sentido su poder de destrucción, estamos aquí tan solo porque ellos quieren, estamos porque se burlan de nosotros, ¿y nosotros que hacemos?, simplemente nos miramos al espejo y buscamos explicaciones donde solo pueden existir interrogantes.
Por momentos gambeteamos ese miedo con difusas estrategias, con dignas maneras de alterar la realidad, consumismo, felicidad, arte, sexo, drogas, deportes, religión, pero el miedo sigue allí, nos suelta la correa un poco, no da migajas de libertad mientras descansa, pero sigue allí, nos hace creer que nos libramos de él, pero al menor síntoma de debilidad regresa, nos mira, nos susurra al oído desde nuestras más antiguas pesadillas, siempre encuentra la manera de hacernos saber que nos está observando, sonriente, con una copa de fino licor en sus garras, saboreando la inevitable victoria, él no puede perder ni aunque tenga ganas, aun abandonando el juego, el miedo lleva las de ganar.
Algunos lo han enfrentado y terminaron sus vidas padeciendo fiebre, locura y delirios, generalmente estos héroes que se atreven a desafiarlo son poetas, tercos, testarudos, necios, arrogantes. Son de ese tipo de personas que para salir de un pozo continúan cavando, ellos libran épicas batallas sabiendo que perderán, pero aun así pelean, no importa si truena, llueve, hay rayos, huracanes o tornados, ellos pelean, se secan el sudor de la frente y pelean, si se caen se ponen de pie y pelean "¿eso es todo lo que tienes?", le gritan al cielo y el cielo ataca nuevamente, si son derrotados aparecen refuerzos, siempre habrá batalla, los poetas son mártires que merecen nuestro respeto.

Nosotros tan solo permanecemos aquí mirando televisión, comiendo comida chatarra, rápida, leyendo comerciales Best Sellers, inseguros, ingenuos, consumiendo medicamentos, deliciosos psicofármacos que nos impiden soñar, deseando culos inalcanzables, hacemos de una astilla en el dedo un drama, estamos enfermos,  somos zombies, esclavos dolientes pero felices, estamos tristes, maltrechos... inertes.

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