jueves, 19 de enero de 2017

Seguimos en Pie.

Vamos por partes. Con esta gente siempre hay que ir por partes, porque cada parte es un mundo.
Comienzos de 2014, Vicky y Rocker se pelean, como se dice en el barrio, a muerte. Resultado, Rocker se va (o lo van) y funda su propia editorial y se dedica de lleno a una creciente carrera musical.
Comienzos de 2015, Vicky sufre una crisis personal, con alcohol y un trastornos de alimentación severo que hizo que debiera ser internada en una clínica de Entre Ríos. Internación que duró poco más de año y medio.
Año 2016.
Rocker dedicado a la música.
Malherido presentando su primer libro.
Sofía muerta.
Sin fanzines nuevos y con Vicky internada.
Todo parecía un final lejos de la perfección. El clan se estaba apagando de a poco.
Pero no está muerto quien pelea, o mejor dicho, no está muerto a quien no matan.
Y allí estaba Victoria (quien ya detesta que le digan Vicky) recuperando su lucidez, y desde el patio del instituto donde se encontraba internada lanzó un primer mensaje, un guiño para la gente de afuera, tanto compañeros, ex compañeros como seguidores, sus queridos Talibanes.
“Volveré y seré folleto”, dijo en aquel entonces, y una ola de rumores comenzó a inundar las redes sociales.
Que volvería con fanzine solista, que volvería con libro, biografía, textos, poemas, dibujos, una obra de teatro, que también se dedicaría a la música.
Mediados de 2016.
Los rumores sobre la pronta alta médica de Vicky ya no pudieron ocultarse, y se comenzó a hablar de la denominada “Operación Retorno”. La vuelta era un hecho, solo faltaban los matices, los cómo, las formas.
Finales de 2016, tras casí dos años de no publicar absolutamente nada, el Vicky’s Books volvió a mostrar una nueva portada del fanzine, titulado “Ya no da para frenar”. Hoy, a casi tres semanas de esa publicación, tenemos en nuestras manos el tomo N° 26, el esperado, demorado y milagroso tomo N° 26.
Comienzos de 2017.
Particularidades.
Es la formación original, incluida Sofía, quien desde su “Cuadernito” continúa siendo una fuente de inagotable material, también participa Ángela Hanz, quien parece haber limado asperezas con Vicky, nos encontramos con un Malherido más herido que nunca y por ende más inspirado que de costumbre, Braian Bauer hace lo suyo, y algo que parecía perdido en el tiempo y espacio, también regresaron los Fantasmitas Blues Band. La formación original también incluye al Punga, participe de los primeros Demos y con apariciones esporádicas en el resto de los tomos.
¿Y Rocker? Se preguntarán ustedes.
Si bien no firma nada dentro del nuevo ejemplar, hay en él una extraña y desconcertante frase sobre las frutillas y las gelatinas, evidentemente, para los Talibanes más ortodoxos y antiguos, eso es obra de Rocker en estado puro.
Tampoco hay información de contacto, ni correo electrónico, ni redes sociales, toda una novedad en la publicación. Esto es un mensaje en sí mismo y toda una declaración.
Ninguno de los miembros hizo declaraciones oficiales hasta el momento. Se espera, y no se descarta, que Victoria, tras casi tres años de no hablar con la prensa, lo haga en conferencia
Vicky’s Books está de vuelta por suerte, algunas guitarras ya daban síntomas de desafinación.
Al cierre de esta nota en su página oficial un eslogan que los hizo grandes volvió a hacerse presente luego de mucho tiempo.
SEGUIMOS EN PIE.

Y algunos se quieren matar.

martes, 10 de enero de 2017

A veces quiero matar.

A veces quiero matar gente.
Entonces pienso.
Pienso en cómo elegir a la víctima. Si será mujer, hombre, niño, anciano.
Pienso que me conviene seguir un patrón, es decir, si matar solo a mujeres rubias y bonitas, o morochas menos agraciadas. Si es relevante asesinar a hombres hinchas de determinado club o si hacerlo por sus trabajos. Si el niño es gordo o flaco, y en el caso de los ancianos si cobran o no la jubilación mínima. Pienso en si es preferible matar a la gente que odio o descargar ese odio con algún inocente. También pienso que de seguir un patrón de conducta les estaría facilitando las cosas a los investigadores, en cambio si un día mato a una rubia bonita, a la semana siguiente a un panadero hincha de Boca, luego a un anciano millonario para culminar la obra con un niño inocente; las cosas se les pondrían complicadas a los detectives.
Sé que no debo matar a conocidos o gente cercana a mí, aprendí que el entorno siempre se investiga primero, y no soy buen mentiroso de no ser necesario, por ende solo debería limitarme a aniquilar a desconocidos.
Pienso en qué dirá la prensa.
Si mato a una mujer que soy un machista cavernícola. Si mato a un anciano que soy un cobarde. Si hago lo mismo con un niño, bueno, esa nunca fue una opción seria.
Por descarte solo podría llegar a asesinar a hombres cuya vitalidad aun esté vigente, más que nada para la gente no ande hablando pavadas por ahí, no me gustaría ingresar a un mercado y escuchar “si, la mató, no sé por qué no mató al novio que es más grandote y sabe artes marciales”, las cosas se hacen bien o es preferible no hacerlas.
Una vez vi una película de un asesino, mataba por deporte, diversión, para calmar los síntomas de una creciente ansiedad. Él explicaba que el asesinato perfecto es cuando el crimen es al azar, digamos, salir a caminar una noche y matar a la cuarta persona que se nos cruza sin mayores motivos.
Pienso en cómo sería mi crimen. ¿Qué arma utilizaría?
Se me viene a la mente un cuchillo, pero eso derramaría demasiada sangre, además de ser una muerte lenta y de dejar la escena llena de huellas. Descartado. Un disparo en la sien o tres balazos en el pecho, esta última opción, según la misma película, hace que la víctima muera en cinco segundos sin sufrir, porque la idea es matar, no torturar. Pero no sé dónde conseguir un arma, claramente de manera oficial no me la darán por mi desorden psíquico y no tengo contactos en el mercado negro, por ende también quedan descartadas las armas de fuego. Se me viene a la cabeza un martillo o un bate de baseball, tiene más elegancia el bate.
Un par de golpes en la cabeza y listo, a lo sumo un tercero con la víctima ya inconsciente en el suelo, poca sangre, algo rápido.
Surge un problema.
El cadáver.
¿Cómo me deshago del cadáver?
Pienso.
Una opción es descuartizarlo, guardarlo en bolsas en un freezer e ir sacándolo de a poco para que los recolectores de la basura se lo lleven. Contras de esta posibilidad, es un gremio complicado, hacen paros sin aviso, el cadáver puede descongelarse y en mi barrio hay muchos gatos que romperían la bolsa y yo debería dar algunas explicaciones.
Pienso en ir hasta el puente con el cadáver envuelto en frazadas y arrojarlo de madrugada al rio, pero siempre hay alguien que cruza dicho puente para ir a buscar drogas al otro lado, o algún viajante que hace la noche en la ciudad, algún camionero que trabaja de corrido. Muchos testigos potenciales.
La opción más viable es ir hasta el parque, introducirme entre los árboles y enterrarlo allí, sería un trabajo largo, lento y agotador, pero dudo que me vean en plena acción.
¿Las contras?
Para estas últimas dos opciones no tengo auto para trasladarme, y de tenerlo no sé conducir, debería entonces pedirle a un amigo que me haga el aguante como chofer mediante alguna mentira, pero si hablamos en serio es evidente que se dará cuenta de lo que estoy haciendo. Así él sería un cómplice, podría doblegarse y hablar y me vería obligado a matarlo también.
En algunos casos es mejor morir con nuestros secretos.

Siento que matar a alguien lleva mucho trabajo y que posiblemente cause mucho estrés, y como diría Calamaro, “si es un sacrificio prefiero que no”.