A
él no le importa que no sepan su nombre. Hace años que no habla con alguien,
por lo tanto olvidó su propio nombre.
Este
hombre pinta cuadros hermosos, y envía bellos poemas a los diarios que son
publicados bajo un pseudónimo poco creativo. El Hombre del Faro.
Lo
extraño del caso es que este hombre vive allí desde que se tiene conciencia. Todos
dicen, inclusive los más viejos de la ciudad, que “cuando yo llegué él ya
estaba”. Su primer poema fue publicado por un diario local hace más de cien
años. En la última muestra de arte que se realizó con sus obras, había una que
databa del año 1876.
Los
rumores son varios. Que es inmortal. Que es un fantasma. Que simplemente tiene
suerte y goza de buena salud. El más racional dice que en realidad el hombre
murió y alguien continuó haciendo cosas en su nombre. Otros dicen que es un
mito inventado por la secretaría de turismo para que la ciudad tenga al menos
algo interesante de que hablarle a los turistas.
Claro
que al no conocer su nombre real es imposible afirmar esto último, ya que
cualquiera puede firmar una carta, poema, cuadro, bajo el pseudónimo el Hombre
del Faro. Cuentan que algunos artistas prefieren mantener la leyenda viva, y
así firman sus obras bajo ese pseudónimo.
Este
hombre no responde cartas ni correos electrónicos. No tiene redes sociales
oficiales, aunque algún que otro seguidor le ha armado grupos y blogs.
Pero
a veces, cuando paso caminando por en frente del Faro puedo ver en la ventana
más alta una luz encendida y la silueta oscura de la sombra de un hombre
caminando por la habitación.
Me
pregunto si será él.
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