sábado, 9 de abril de 2016

EDIFICIO DESHABITADO


“El amor nos da la vida
y su ausencia
nos mata un poco cada día”.

Bebe.

Miércoles 04:37 AM.
Oficinas del Empresario Rocker.
El edificio se encuentra desolado. Los diecinueve pisos del lugar se encuentran vacíos. Si se presta atención se puede oír como las agujas del reloj de los diferentes salones y oficinas no coordinan jamás a la hora de marcar el inicio de un nuevo segundo. Las alarmas generan armonías y melodías dignas de Mozart, pero nadie puede oírlas. Todos tienen un leve retraso, o lo que es peor, algunos están adelantados, “el tiempo es arena en mis manos”, dice Gustavo. Alguno olvidó su radio encendida en la oficina, pero algo hace interferencia y prohíbe que las canciones se escuchen con normalidad, todo se tiñe de un color sepia antiguo. En el baño alguien dejó la canilla abierta y olvidó presionar el botón del excusado, dejando a la vista la felicidad por la que había atravesado, “los hijos que no tuvimos se esconden en las cloacas”, se escucha a las pérdidas desde alguna radio.
Allí estaba Rocker. Solo. Y pensar que era el dueño de todo eso, que era el magnate más poderoso de la última década y media. Pensar que la noche anterior había sido el centro de atención de una fiesta inolvidable, donde no se escatimó en elixires, mujeres y sustancias, que ese mismo día había tenido que concurrir a innumerables reuniones de producción para concretar, o no, determinados proyectos. Que su celular en las horas de la mañana y la tarde es un equipo de música que no se apaga, no se apaga y no se apaga. Siempre sonando. Siempre alguien que trata de hablar con él. Siempre la prensa, productores, políticos, siempre alguien. Pero no esa noche.
Miraba por la ventana del piso trece. Su oficina daba a la avenida principal de la ciudad, la tristemente célebre General Incertidumbre, en dicha avenida ocurrieron un par de suicidios mediáticos que consiguieron inmortalizar la calle. Desde allí se veían las luces de los negocios, los autos pasar, luces de neón que parecían posar para la foto de una postal. Algún noctámbulo caminando. Otro loco paseando el perro. Deseó más que nunca estar acompañado por alguien.
¿Dónde habría dejado su celular para convocar a alguno de sus secuaces? Resignado a comenzar una búsqueda trata con los e-mailes pero no hay caso. Huele rápido y camina rodeando su escritorio. Llama por el interno a su secretaria, pero esta ya se ha ido, la muy cabrona ya no quiere trabajar horas extras. Camina hasta la puerta, la abre y sin soltar el picaporte grita.
-¡¡Hola!! ¿Hay alguien ahí?
Nada. El edificio se encuentra deshabitado. Lo que él siempre quiso, deseó, tranquilidad. Pero no en ese momento.
Los deseos rara vez se cumplen en el momento en que uno los desea. Por tales motivos hay que tener extremo cuidado a la hora de desear algo; porque no podemos afirmar que mañana desearemos lo que deseamos hoy.
El Empresario Rocker continúa solitario, sus nervios pueden llegar a jugarle una mala pasada. Respira enérgico una vez más. Su pulso ya está acelerado (¿qué esperaban?), encontró su celular debajo de las fotos de la última fiesta. ¿Quién sería esa colorada? ¿La del collar exótico es ella o él? Llama al de Pelo Largo, celular apagado. Prueba suerte con el teléfono fijo. Deje su mensaje después de la señal. ¿Dónde se habría metido? Trató con el Adicto, fiel compañero de aventuras,  pero el destino siguió estando en su contra, celular apagado y el fijo ocupado constantemente. Tampoco responde el Burgués, quien apareció en todas y cada una de las fotos de la fiesta.
Circunstancialmente, y solo en algunos momentos, por motivos que no quedan del todo claro, el ser humano se encuentra solo. Es en esos momentos donde uno debe aceptar la desdicha y no salir a buscar malas compañías.
Sin consuelo próximo a la vista, y tratando de impedir caer en las crueles manos del aburrimiento, el Empresario Rocker se tira sobre el sillón giratorio situado detrás de su escritorio y gira tal cual un niño de ocho años.
-IIIUUUUJUUUUIIII - grita mientras dura el envión.
Desde ese lugar el tipo se recuesta sobre el respaldo y aspira, ya más relajado, aire de su tarjeta de crédito. El aburrimiento llega, generalmente, de la mano de la resignación. Hacen una nefasta dupla. Piensa, “esta es mi vida”, sonríe con triste sarcasmo.
Aun recostado sujeta otra vez (el cabrón es insistente) su celular. En la agenda ya casi no le quedan números que marcar, no tiene mucha gente de confianza. Con los ojos cerrados y con una concreta memoria visual, marca familiarmente el número más conocido, ese que tiene en el discado rápido. Algunos minutos después escucha el sonido de las puertas del ascensor abrirse y toma, tal vez por primera vez en el día, aire puro.
Ángela se hizo presente en su oficina de una manera poco discreta. Minifalda roja, pequeña remerita pegada al cuerpo, tacos por supuesto. Ella tiene labios que enamoran. Cabello que enamora. Sonrisa que enamora. Ojos que enamoran. Todo en ella enamora. Rocker la observa, y sin vacilar, a sabiendas que su compañía no sería del todo simple, y conociendo mejor que nadie los posibles caprichos de esa mujer, le dice que “sos tan cruel como tus ambiciones”, ella hace una mueca, recorre con su lengua la circunferencia de sus propios labios y se sirve una medida doble de Whisky sin hielo que no tarda en beber, como el más entrenado de los bebedores, responde con un tenaz “en la vida nunca es nada por amor”, jaque al Rey.  
Tiene pechos que aparentan ser operados, pero no lo son. Una cintura ideal para abrazar con un solo brazo, y un culo, cadera y piernas acordes al resto del cuerpo ya descrito. Rocker se relame, su “banquete gustoso y costoso” está servido pero su cuerpo no reacciona.
El Empresario Rocker, ajeno a todo principio de razón, continúa recostado sobre su sillón giratorio meciéndose, parece estar dormido porque sus ojos no se ven por sus gafas redondas y sus movimientos son imperceptibles, su celular se encuentra tirado sobre la alfombra y sus brazos caídos por los bordes del sillón. Trabajo fácil para Ángela, experta en este tipo de resucitaciones, una “enfermera del amor” profesional, ella no tuvo más que arrodillarse frente a él y realizarle un fellatio que bordeó la perfección.
Al culminar la acción con un fuerte y poco prolijo final feliz, con el Empresario Rocker ya mucho más calmo producto de la compañía de Ángela, esta le comentó, como insinuando, solo al pasar, como quien no quiere la cosa, que andaba con ganas de cambiar su auto por uno 0 Km.
Rocker saca de un cajón la chequera y firma, “pudo haber sido peor”, piensa. La observa enamorado mientras ella limpia sus labios y traga saliva con algo de asco. Sabe que el destino, su enemigo personal por naturaleza, aunque se divierta en el medio de la historia, le tiene preparado un final con ella a su lado, y desde esa certeza (intuición tal vez), el tipo soporta todos los balazos.

Fábula escrita

 por Braian Bauer.

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