Nos llegó a nuestras manos un manuscrito que se trataría de la biografía de Victoria Vidal, más conocida como Vicky, la celebridad fanzinera. Se presume que el libro estará finalizado para el mes de diciembre. Sin título.
Defensa Civil aconseja no salir a la calle de no ser
necesario. Hay mucho viento, sudestada con lluvia y altas probabilidades de
granizo. El mar creció como pocas veces en los últimos años, y quienes viven en
los edificios frente a la costa comienzan a sentir algo de miedo.
Por la avenida ya se ven algunos carteles comerciales volar
como si fuesen rollos de paja, también varios paraguas, ropas que no soportaron
la potencia del viento en sus cordeles. El ambiente es una enorme masa de
tierra mojada que vuela, moja, el cielo hace ruidos como anunciando una
erupción volcánica, los rayos caen cada vez más seguidos, cada vez más cerca de
la civilización, algunos, inclusive, ya han tirado algunos árboles en el parque
haciendo que se generen pequeños focos de incendio que por suerte la misma
lluvia logra apagar antes que el viento los disperse.
En algunos sectores ya se cortó la luz hace rato, y los
barrios más humildes (y los no tanto) comienzan a percibir que el agua gana
terreno por sobre las calles, supera el borde del cordón e ingresa en las casas,
algunos autos son arrastrados por el improvisado rio urbano que se formó en el
pavimento. El trasporte público está suspendido y saturada la línea telefónica
de la policía. Los árboles más jóvenes no soportan la fuerza y furia del viento
y caen vencidos.
El granizo anunciado llega y no tarda en romper varios
parabrisas y producir importantes abollones en los vehículos, y tampoco tiene
piedad contra los jardines floridos, o las persianas de plástico, a las que
rompe con facilidad. Algunos techos de chapa tampoco son rivales para las
pesadas e inéditas bolas de hielo que caen del cielo. Un nuevo rayo golpea un
árbol en el parque, y esta vez el fuego es más poderoso y la lluvia no puede
hacer nada.
El rio crece. Mucha gente debe evacuar como puede y con lo
puesto, dejando atrás elementos de baja cotización pero de un enorme e
irremplazable valor emocional y sentimental, la cadenita de plata regalada por
la abuela para el cumpleaños de quince, un anillo de oro peruano obsequio del
primer novio de la adolescencia, las primeras cartas a Papá Noel de los hijos,
álbumes de fotos, cartas, un “reset” repentino dejó a muchos sin recuerdos pero
con vida.
En ese contexto Victoria caminaba con dirección al mar. Su
mirada perdida, los brazos cruzados y la boca entre abierta. Se mezclaban sus
lágrimas con las gotas de lluvia, los granizos golpeaban sus hombros pero a
ella parecía no interesarle.
En su mente solo hay lugar para la discusión que acababa de
tener con Fernando, y como ocurría cada vez que discutían, ella se escapaba
envuelta en lágrimas a caminar sin rumbos fijos, sin un destino aparente,
vestida como la discusión la encontrase. La última vez, hacía apenas dos
semanas, la pelea fue durante la noche, cuando ella salía de bañarse al
regresar de sus clases de gimnasia localizada, y cargada de bronca y
frustración no vaciló en huir a la calle vestida con ropa interior y una toalla
en su cabeza.
Aquella vez la frase que la sacó de quicio fue un irónico
“¿pensás vivir haciendo esas fotocopias de mierda?”, las palabras de su pareja
bloquearon a Victoria de todo tipo de respuesta, porque si bien estaba claro
que nadie vive de la venta de fotocopias artísticas, esa expresión abarcaba
mucho más, y Fernando lo sabía, ese enunciado fue un golpe bajo. Las fotocopias
representan en Vicky la amistad, historias, son sus recuerdos, sus anhelos, sus
sueños y su creatividad, hacer fotocopias era su cable a tierra.
Era de noche y la chica no supo qué hacer más que escapar de
allí, sin ponerse a pensar en su aspecto, ni mucho menos en el frío. Muchas
personas la vieron deambular por las calles semi desnuda, algunos se burlaron,
otros le gritaron vulgaridades y obscenidades, los menos se atrevieron a
tomarle fotografías desde sus teléfonos celulares, y muy pocos se dieron cuenta
que esa mujer esta perturbada por algo, traumada, quizás acababa de ser víctima
de algún furioso hecho de violencia, y ensayaron un simple “¿estás bien?”,
pregunta a la que Victoria no se molestó en responder, continuando con su firme
marcha a ningún lado.
Pasaron un par de horas para que regresara a su casa y se
acostara en la cama junto a Fernando, como si nada hubiese sucedido. Él no le
preguntó dónde había estado, nunca le hacía preguntas luego de una discusión,
ni siquiera al día siguiente.
Ahora el motivo de la pelea era difuso, no existió una frase
clara que la enfureciera, ni una situación en particular, llegó sorpresivamente
la tormenta y cuando ella reaccionó ya estaba frente al mar, con el agua por
los tobillos, con frío, hambre, confundida y consciente del peligro al que se
estaba exponiendo, el cielo no mermaba con sus rayos, el granizo era cada vez
más grande y el viento no pensaba dar tregua alguna por el momento.
Recordó el momento en que se conocieron, un verano en San
Pablo, en un museo. Ella miraba con cierto desagrado un cuadro cotizado en un
millón de dólares.
-Una exageración del expresionismo – dijo sutilmente a un
hombre que se posaba a su lado en ese momento. El hombre, gratamente
sorprendido por el giro de la inteligente reflexión de la joven, permaneció con
ella observando la obra.
Fernando, le explicó que esa suculenta suma se debía a que
la vida del artista había sido traumática, y que además estaba de moda en la
televisión.
-Su vida es un show – le expresó Fernando – El show vende.
Hablaron durante un rato sobre el precio de la obra, ambos
coincidieron en que nadie en su sano juicio pagaría esa suma, pero Victoria
sabía que muchas veces el precio de una obra es parte de la obra en sí misma.
-A veces se transgrede desde el precio – explicó ella – Es
una forma válida de transgredir.
Cuando hablaba con sus amigas no sabía manifestar qué cosas
fueron las que la enamoraron. Se decía a sí misma que ese hombre parecía seguro
de sí mismo, que tenía un buen pasar económico, aunque eso no era algo novedoso
en ella, que era una chica proveniente de una familia de recursos elevados.
Recuerda que lo primero que le llamó la atención fueron los altos conocimientos
en historia del arte que él poseía. Luego pudo verse en sus recuerdos riendo a
su lado mientras bebían algo en un bar, algo extraño, se lamentó ella, que no
es de fácil reír, le divertía la forma seria en la que él comentaba
extravagantes anécdotas y cosas graciosas sin siquiera inmutarse, ni una mueca
en su rostro que denotara alegría, en cambio ella reía a carcajadas, quizás,
pensó, por la influencia de los tragos que iba incrementándose.
Lo que Victoria no podía nunca recordar con claridad era la
primera noche en que sus cuerpos interactuaron en el hotel donde él paraba.
Ella siempre le preguntaba porque seguramente había hecho algún papelón, pero
él solo sonreía con picardía, hasta que la chica se puso firme y le exigió
saber cómo había sido aquel primer encuentro.
-No pasó nada – se lamentó Fernando – Estabas tan borracha
que te dormiste enseguida.
Vicky se enfureció, pues él le había dicho por la mañana que
sí habían intimado, y quizás por ese simple acontecimiento es que ella comenzó
una relación con él.
-Eso te pasó por no comer nada – se exculpó Fernando – Te
dije varias veces de comer algo en algún restorán pero vos insistías con que
estabas de dieta, y solamente tomabas tragos dulces…
Durante esas vacaciones ya no se separaron. Él según le dijo
estaba solo, en un viaje para encontrarse a sí mismo, lejos de todo y todos.
Ella en cambio estaba con sus padres, en un viaje al que tuvo que asistir casi
obligada, y para demostrarles su malestar se iba sola a las playas, bares,
centros comerciales y museos. Regresaron al país separados, cada uno por su
lado, pero no tardaron en contactarse y verse, para cuando el verano estaba
finalizando ella estaba embarazada. Lejos de cualquier mal gesto, Fernando
emocionado le pidió que se casara con él, ella aceptó.
Ahora el viento golpea en su cara y la obliga a cerrar sus
ojos. Piensa en dirigirse a la casa de alguna amiga, pero no tenía en claro los
motivos de la pelea con su marido, ¿qué le diría a su amiga cuando ella le
preguntara?, quizás era momento de reconocer que las cosas no marchaban bien,
pero su orgullo se lo impedía. Su estómago gruñó y sintió un deseo gigante de
comer algo. Mientras se volvía sobre sus pasos para regresar a su hogar trató
de pensar cuando había sido la última vez que había comido algo, y lanzando una
carcajada al aire no pudo recordarlo. Su mirada se encendió, sus pupilas
comenzaron a brillar, pero aun así su mirada estaba distante, lejana a este
mundo, perdida. Su boca mostraba una sonrisa.
Llegó a su casa. Pudo oír como desde la habitación el sonido
del televisor encendido mostraba un partido de básquet de la NBA al que ella no
hizo caso. Caminó hasta el lujoso bar que se hizo armar especialmente en
madera, contra una de las esquinas del living, con luces de colores que lo
iluminaban. Retiró de allí su botella favorita, un vaso trago largo, todavía
continuaba mojada por la tormenta y no sentía la necesidad de secarse ni de
cambiarse de ropas. En el sillón de dos
cuerpos había tirado un libro de poesía francesa y su reproductor de música con
auriculares de colección, una edición limitada que se compró en New York en su
último viaje. Cargó su música preferida, el blues, y bebió hasta quedarse
dormida.